sábado, 18 de febrero de 2017

Los enemigos crecen y la regla Goldwater

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Me imagino que cualquier persona con sentido común se estará preguntando cuánto puede durar esto, a sabiendas de que no puede soportarse mucho tiempo. Por supuesto, no me refiero al propio Donald Trump que podría estar así eternamente, ya que es propio de su personalidad, sino al resto de los mortales, a los que carecen de ese sentido mesiánico propio y del apocalipsis ajeno.
Los primeros que están asustados son los que están más cerca de la bomba, lógicamente. Cada vez deben tener más claro que su jefe no es una fuerza controlable y que es problemático que una persona que no sabe la diferencia entre Hamas y Hezbollah, como señaló Donald Trump ("ya me enteraré cuando llegue el momento", vino a decir), esté decidiendo sobre el destino de Palestina e Israel, por poner solo un ejemplo de las situaciones delicadas en las que el presidente está poniendo sus pequeñas manazas.
El editorial de The New York Times hace chirriar las puertas y ventanas de la Casa Blanca:

It’s with a whiff of desperation that President Trump insists these days that he’s the chief executive Washington needs, the decisive dealmaker who, as he said during the campaign, “alone can fix it.” What America has seen so far is an inept White House led by a celebrity apprentice.*


No sé si se puede decir más claro. La presidencia norteamericana se ha convertido en un drama bufo. Han situado a un inepto en el despacho oval. El problema no es solo su falta de experiencia política, sino más bien su exceso de ideas. Es ahí donde falla todo estrepitosamente. El mundo podría aceptar a un inútil bien asesorado, pero es difícil que acepte a un loco que no se deja asesorar.
En su realidad restringida, el presidente Trump ha encontrado una excusa tradicional —ha heredado un desastre dentro y fuera de los Estados Unidos— y la culpa de todo lo tienen los medios que no hacen ver lo mal que está el mundo y que solo se centran en descalificar sus intentos de arreglarlo. ¡Tremenda injusticia!
Lo que el presidente Trump ha dicho de la administración anterior entra en contradicción con las cifras que le presentan. Trump necesita que el mundo sea un desastre enorme para sentirse el enviado que debe arreglarlo. Por eso se dirigió a los más miedosos de los votantes norteamericanos, los que perciben peligros y amenazas en todo, y se les ofreció como la solución definitiva, el hombre-milagro. Anteriormente tuvo hasta que reconocer —a su manera— que el presidente Obama era norteamericano, uno de los bulos que los amantes de las "falsas noticias verdaderas" llevaban tiempo haciendo correr para poder presentarle como "musulmán", otra "falsa noticia verdadera", que muchos han dado por buena porque necesitan creerla.


La preocupación por las "falsas noticias" surge cuando se han podido comprobar sus efectos en la práctica política. Pero eso no es más que lo visible e inmediato. Lo que no se ve es el largo proceso de configuración de esas suspicious minds que se han ido configurando mediante la técnica del goteo informativo, del sustrato de una realidad deformada y agresiva en la que poco a poco te van llevando hacia las posiciones adecuadas, las de la sospecha, las de la incredulidad, las de la paranoia. Como cantó Elvis, "We're caught in a trap / I can't walk out..."
La segunda víctima de los ataques de Trump es, como era de esperar, la prensa. Lo que ha dicho ayer es titular de todos los medios norteamericanos y mundiales, intensificando la brecha y tratando de subvertir el papel de la información y los medios. The Washington Post señala:

“Much of the media in Washington, D.C. — along with New York, Los Angeles, in particular — speaks not for the people but for the special interests and for those profiting off a very, very obviously broken system,” Trump said early in the news conference, which lasted over an hour and 15 minutes. “The press has become so dishonest that if we don't talk about, we are doing a tremendous disservice to the American people. Tremendous disservice. We have to talk to find out what's going on, because the press honestly is out of control. The level of dishonesty is out of control.”**


No creo que nadie recuerde una descalificación de tal tamaño en un país que tiene una prensa abierta a todas las tendencias. Tendrán que tener cuidado algunos medios de nos sumarse a esta locura porque acabarán lanzando piedras a su propio tejado.
Esta descripción de su visión de los medios se ha completado con un tuit que pasará a la Historia de la presidencia norteamericana, la de los Medios y se contará entre los atentados contra la libertad de información:

Donald J. Trump @realDonaldTrump
The FAKE NEWS media (failing @nytimes, @NBCNews, @ABC, @CBS, @CNN) is not my enemy, it is the enemy of the American People!
10:48 PM - 17 Feb 2017
  31,980 Retweets   98,217 likes**


La megalomanía de Trump adquiere dimensiones sorprendentes, dejando atrás cualquier comparación en un país democrático y solo comparándose con los líderes de países en los que se encierra periodistas y se cierran medios. Trump se ha puesto a la altura de Erdogan (y otros) en sus ataques a la prensa, culpable de engañar a la gente. ¡La prensa es el enemigo del pueblo! El presidente egipcio, Abdel Fattah al-Sisi, con su petición de que solo le escucharan a él y dejaran de atender a los medios fue más educado que Trump.
Trump ya no es tomado en serio por los propios comentaristas políticos, por los periodistas, etc. que han perdido el miedo. Su pretensión de convertir la Casa Blanca en la Torre Trump y los Estados Unidos en una franquicia de sus empresas muestran su incapacidad política, además de la mental, para asimilar dónde está, cuál es su función y la aceptación del mundo, de la realidad.
Hasta no hace mucho, la prensa especulaba con la vieja profecía de la llegada del "gran demagogo". Esa fase ha pasado y hemos entrado en la que se preguntan sin ambages sobre la salud mental del presidente. En The New York Times se publicaba ayer el artículo con la pregunta que muchos se hacen: "Is It Time to Call Trump Mentally Ill?" En el artículo, firmado por Richard A. Friedman —profesor de Psiquiatría Clínica en el Weill Cornell Medical College— se nos habla de la llamada "regla Goldwater":

[...] It says that psychiatrists can discuss mental health issues with the news media, but that it is unethical for them to diagnose mental illnesses in people they have not examined and whose consent they have not received.
Contrary to what many believe, this rule does not mean that professionals must remain silent about public figures. In fact, the guidelines specifically state that mental health experts should share their knowledge to educate the public.
So while it would be unethical for a psychiatrist to say that President Trump has narcissistic personality disorder, he or she could discuss common narcissistic character traits, like grandiosity and intolerance of criticism, and how they might explain Mr. Trump’s behavior. In other words, psychiatrists can talk about the psychology and symptoms of narcissism in general, and the public is free to decide whether the information could apply to the individual.***


El simple ejemplo dice lo que tiene que decir sin saltarse la "regla Goldwater", con la explicación de lo que no se debería decir es suficiente. Ya durante la campaña, algunos psiquiatras se aventuraron a diagnosticar a distancia a Trump, por lo que las asociaciones profesionales de Psiquiatría debieron recordar la "regla", cuyo nombre proviene del político Barry Goldwater, que hizo dudar de su estado mental a muchos.
Una enfermedad mental, nos recuerda Friedman no significa por sí misma que no se esté capacitado para la presidencia:

According to a study based on biographical data, 18 of America’s first 37 presidents met criteria suggesting they suffered from a psychiatric disorder during their lifetime: 24 percent from depression, 8 percent from anxiety, 8 percent from bipolar disorder and 8 percent from alcohol abuse or dependence. And 10 of those presidents showed signs of mental illness while they were in office.***



No sé si esto es tranquilizador o no. La cuestión es más complicada hoy porque la complejidad del mundo no admite que un señor situado en la Casa Blanca desbarate el precario equilibrio del mundo, deshaciéndose de sus tradicionales aliados en lo económico o en lo político, y se lance en brazos de su tradicional rival, Rusia, etc.
Ya sea por inexperiencia o por algún rasgo de su personalidad, Trump está creando un enorme desconcierto y destapando cajas que no se sabe muy bien cómo acabarán, echando por tierra muchos acuerdos que han sido laboriosamente desarrollados por los anteriores presidentes y la comunidad internacional. Si para Trump, el mundo heredado es un "lío", el que nos está creando es un absoluto caos.
The New York Times describe el estado actual de la Casa Blanca en el editorial citado anteriormente así:

The White House is a toxic mix of ideology, inexperience and rivalries; insiders say tantrums are nearly as common as the spelling errors in the press office’s news releases. Steve Bannon writes the president’s script, and Reince Priebus, the embattled chief of staff, crashes meetings to which he has not been invited.*

Los ataques a la prensa de Trump no van arreglar esto. Los papeles se han invertido y Trump parece no haberse dado cuenta. Durante la campaña, sus salidas de tono tenían el beneficio de erosionar a su rival, Hillary Clinton,  y tenerle en el centro del foco atrayendo todas las miradas. Los otros le hicieron la campaña.

Pero, por mucho que se repita, aunque Trump siga actuando como un candidato solo tiene enfrente a sí mismo. Lo que hace ahora solo le erosiona a él y, de paso, a los Estados Unidos en el exterior. Trump necesita dirigir sus diatribas contra alguien, necesita enmascarar su falta de ideas con estos combates con los que se alimenta en cada respuesta.
Lo que han estado haciendo sus portavoces ha caído en el ridículo de las parodias e imitaciones de los cómicos o los chistes gráficos, las descalificaciones periodísticas de sus mentiras. Eso es demasiado para Trump que cree que poniéndose en primer plano —como ha hecho en la rueda de prensa de 75 minutos él solo— podrá parar los golpes porque es "inmortal". No hay presidencia que pueda soportar tal nivel de desintegración mucho tiempo.
Su apoyo al Brexit y ataques a las políticas europeas, su apoyo a la solución de un solo estado en Palestina, la OTAN, las relaciones con México, la construcción del muro, la prohibición de la entrada a los 7 países musulmanes, etc. son casos abiertos que nadie en su sano juicio hubiera destapado en tres semanas, sin equipo todavía formado, sin experiencia política alguna.


No es solo la prensa. Ha atacado a los jueces, descalificándolos. Les ha "responsabilizado" de cualquier atentado que se produzca. Todo el que se le oponga recibirá la ira de sus tuits y el llamamiento al linchamiento popular. Cuanto más se le frene en sus decisiones, más irritable se volverá. Y no tiene límites.
Definir a la prensa como la "enemiga del pueblo americano" es un listón que deberá superar en su intenso (no sé si largo) camino a la destrucción. Ha puesto a la administración a cazar brujas por los departamentos, por los despachos, por todos aquellos lugares en donde le puedan "traicionar", una obsesión más.
La rueda de prensa era una especie de juego infantil en el que aprovechaba las peticiones de palabras de los periodistas para descalificarlos a ellos y a sus medios, para no dejarles hablar cuando quería o no responder a sus preguntas al grito de ¡fake news!


Hay que reflexionar mucho sobre lo que ha ocurrido en Estados Unidos. Aunque solo avancen medidas discretas, muchos países —especialmente los que tienen procesos electorales por delante— están intentado protegerse de las extrañas influencias que sobre la opinión pública de sus países pueden actuar en un momento preciso. Se establecen dispositivos de alerta rápida frente a la "falsas noticias" o a las "filtraciones" que aparecen en el momento adecuado, como está ocurriendo en Francia, en donde le han quitado de delante a Marine LePen un rival incómodo por la derecha que obligará a decidir electoralmente en segunda vuelta entre el candidato socialista y ella, su escenario más favorable. No serían sorprendentes nuevas "informaciones" que desequilibraran la balanza en favor de Marie LePen. Lo mismo temen en Alemania, Holanda, etc.
Jueces y medios de comunicación son ahora los enemigos del pueblo norteamericano, en la versión que Donald Trump tiene del mundo. Putin es un amigo; Le Pen, Farage, etc. son amigos también. Pronto ya no sabrá nadie quiénes son sus amigos y quienes sus enemigos.
La "regla Goldwater", como se nos ha explicado, no impide iniciativas populares que el presidente sea sometido a algún tipo de evaluación psicológica. Como escribía un psiquiatra en una carta a The New York Times, si el pueblo es el jefe de Trump, ¿por qué no hacerlo?
La distancia entre su rueda de prensa y las parodias de la misma, como habíamos temido, se reduce. Pronto dará igual ver una que otra. 


* "President Trump, White House Apprentice" The New York Times 17/02/2017 https://www.nytimes.com/2017/02/17/opinion/i-alone-can-fix-it-president-trump-white-house-apprentice.html?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=opinion-c-col-left-region&region=opinion-c-col-left-region&WT.nav=opinion-c-col-left-region&_r=0
** "Trump calls the media ‘the enemy of the American People’" The Washington Post 17/02/2017 https://www.washingtonpost.com/news/post-politics/wp/2017/02/17/trump-calls-the-media-the-enemy-of-the-american-people/?hpid=hp_hp-top-table-main_enemy-630pm%3Ahomepage%2Fstory&utm_term=.90c15c60ab5c

*** "Is It Time to Call Trump Mentally Ill?" The New York Times 17/02/2017 https://www.nytimes.com/2017/02/17/opinion/is-it-time-to-call-trump-mentally-ill.html?action=click&pgtype=Homepage&clickSource=story-heading&module=opinion-c-col-right-region&region=opinion-c-col-right-region&WT.nav=opinion-c-col-right-region&_r=0



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