lunes, 16 de abril de 2018

Lo que algunos se perdieron


Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Dime de qué presumes y te diré de qué careces, nos dice el refrán con evidente penetración psicológica. El diario ABC hace memoria de unos cuentos, de todos los colores, que han engañado con el currículum aparentando ser más de lo que eran. El título del artículo ya nos anticipa claramente lo que nos vamos a encontrar: "La plaga del currículum falso"*.
El escándalo formado por el título de Máster de la presidenta de la Comunidad de Madrid es el último (por ahora) de los casos conocidos en los que algunos de nuestros políticos han usado diferentes medios (de juegos retóricos a falsificaciones) para dar densidad a su desnudez académica. Por el artículo de Roberto Pérez en ABC pasan los nombres de un temprano Luis Roldán, de Elena Valenciano, Leire Pajín, Bernat Soria, Tomás Burgos, José Manuel Moreno Bonilla, Joseba Eguibar, Pilar Rahola y Joana Ortega. Los casos son muy distintos, claro. Van de aquellos que terminan en sueños sus licenciaturas a los que soñaron su matriculación, pasando por los poetas del retoque de la titulación.

El caso del máster de Cristina Cifuentes es diferente porque ha conseguido dos cosas: arrastrar a las autoridades de una Universidad detrás de ella y porque con la lucha política se ha cometido otro mal, meter a todos en el mismo saco.
Hoy son víctimas de Cifuentes —y de quienes permitieron su titulación por las vías que se conocen— todas aquellas personas que con esfuerzo y cumpliendo han realizado cualquier tipo de másteres ofrecidos por las universidades públicas y privadas. Pensar que los másteres están llenos de Cifuentes es un error terrible y de cuyo daño, si no se remedia, se van a resentir las universidades españolas.
Habría primero que analizar qué lleva a los políticos a engordar o falsificar su currículum para aparentar una cualificación que no tienen o que solo mantienen a efectos publicitarios.
Con la ausencia de ideas y la simplificación de las ideologías, surge una tecnocracia que juega a la capacitación especializada como mérito principal. Se trata de hacer creer en la capacidad de trabajo de personas que han entrado, a los 16 años en los partidos y han hecho allí su verdadera carrera. Necesitan justificar su presencia no como burócratas de partido crecidos a la sombra de sus jefes sino como "brillantes" estudiosos y personas de éxito profesional. Sin embargo, no funcionan así los partidos, que tienden a establecer sus luchas para conseguir sus ascensos políticos.
Los títulos rimbombantes se sacan como medallas en el pecho, para las galas. Los que ascienden quieren hacer ver que es por su trayectoria brillante y no por sus luchas internas en el partido de turno.


El caso Cifuentes es serio porque ha arrastrado a una universidad pública en su intento de cubrir lo que parece un caso claro de favoritismo fraudulento. Los afectados son la propia universidad y, como decíamos, todos aquellos que por tener su título de máster en regla pasan a ser señalados o se ven obligados a tener que defenderse por ser magísteres.
Es serio porque muestra la contaminación de la política en las universidades. La política española, multiplicada en tres niveles (local, autonómica y central) tiene su punto más flojo, como se evidencia cada día, en el nivel intermedio que es el que tiene sus propias competencias (educación, en este caso) y su propio control que funciona mejor o peor, según los casos. La estructuración de las universidades en el nivel autonómico las hace vulnerables a la presión política, por un lado, y hace que ciertos académicos sientan la tentación del poder político, entrando en connivencia con el poder.
La universidad española, sus autoridades, todos, deben aprender de los peligros de la cercanía de unas entidades, como son los partidos políticos, que son incapaces de regenerarse democráticamente y de pactar medidas claras contra la corrupción. Lo que debería ser un evidente pacto para eliminar lo que se ha ido acumulando en estas décadas de democracia, no llega y esto tiene consecuencias desastrosas para el país en su conjunto, para las instituciones democráticas que se ven erosionadas y para todo aquello a lo que se acercan. En este caso le ha tocado a la universidad pese a los múltiples casos recogidos en el artículo de ABC que deberían haber servido de precedente. Pero los políticos llevan en el bolsillo la piedra con la que tropezar.


Los que se meten en política inflando o inventando su currículum vitae, los que les ayudan a promoverlo desde los partidos a sabiendas de que son falsos y los que posteriormente les apoyan cometen un inmenso error, el de despreciar la educación en un país en el que es profundamente necesaria precisamente para salir del estancamiento en la trivialidad pretenciosa a la que los políticos nos llevan con sus decisiones.
Desde hace tiempo, son muchos los ataques que las universidades públicas reciben desde distintos frentes, interiores y exteriores. Se ha traslado a las universidades una serie de luchas de fines inciertos en las que intervienen algunos medios de comunicación utilizados en su desprestigio. Esto es otro resultado de la politización de la vida académica, que hace que se debata con los mismos malos modos de la política y el mismo afán destructivo. Lo paga la institución en su debilitamiento social.
Tengo docencia en dos másteres muy distintos. En ambos se trabaja duro para conseguir sus titulaciones. El fin de semana lo he pasado recibiendo y revisando las estructuras de los TFM a mi cargo para poder defenderlos en junio y septiembre. Conservo los de años anteriores porque son para mí un recuerdo de un trabajo conjunto, codo con codo, entre los alumnos y su director. Hay muchas horas de trabajo en cada uno de ellos, muchas charlas sacando ideas, refinando argumentos para poder quedar satisfechos. Los hay brillantes, buenos, medianos y algunos flojos, como en cualquier otra actividad. Cada uno tiene lo que se merece por su esfuerzo.


Lo más gratificante de la docencia —sometida hoy a presiones burocráticas infinitas, a regulaciones que no aportan mucho, a contabilidad miserable— es precisamente la posibilidad de los Trabajos de Fin de Máster y las tesis doctorales. Es precisamente en este sector donde se ceban las críticas porque son los adornos académicos de algunos políticos.
La universidad no debe hacer política ni debe ser usada por los políticos. La política de las universidades es mejorar nuestro país a través de la formación de los ciudadanos. Es el desprecio a la educación lo que lleva al desprecio de las instituciones a las que se usa como mero expedidor de títulos. El caso Cifuentes lo que nos muestra es lo poco que algunos políticos valoran las universidades. Y el daño que le han hecho es mucho. Todo el que hace esto o similar está despreciando a la universidad y lo que representa para un país.
Aquí no aguanta cada palo su vela; son muchos palos los que han de aguantar las velas de los que han querido adornar sus expedientes académicos movidos por la vanidad y por tratar de ahorrarse los esfuerzos de hacerlo como los demás. Ellos son especiales. Me apena la desmoralización que el caso Cifuentes trae a los alumnos y me aterran e indignan los que piensan que es la norma. Hay muchos que disfrutan con ello de forma irresponsable alentados por unos medios que tratan los casos como si fueran el partido del fin de semana.


Cada uno sabe cuál es su trabajo, cuál ha sido su esfuerzo. Cuando los desanimados alumnos me preguntan sobre este caso y la injusticia que supone meter a todos en los cuerpos de aquellos que han abusado, les digo lo mismo: ¿has aprendido mucho con lo que has hecho, con tu trabajo? Sí, me contestan. Pues eso es lo más importante de todo. Es lo que se perdieron aquellos que fueron por la puerta de atrás. Se llevaron el título, que era lo que les importaba, pero se dejaron lo mejor: la experiencia educativa, la formación, el conocimiento, el esfuerzo.
Este año estaremos de nuevo largas jornadas en los tribunales de los másteres viendo la ilusión de muchos que han trabajado unos meses en sus TFM para conseguir un título que se merecen y que nadie debería cuestionar por lo que otros hacen. Muchas veces, al término de la jornada, comentamos los buenos trabajos expuestos y que ha valido la pena el esfuerzo. Ojalá todos pudieran decir lo mismo.



* "La plaga del currículum falso" ABC 16/04/2018 http://www.abc.es/espana/abci-plaga-curriculum-falso-201804160214_noticia.html






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